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arrib.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Qué hice este año.-

  Llego, después de tantos meses, a mostrarles la tapa de mi último libro, y lo que se leyó en su presentación. Un estudio de todo mi trabajo. Palabras demasiado generosas creo! - Las acepto.  Y agradezco a Marcela Rosales por todo lo que descubrió entre mis palabras. Solo sus generosidad pudo hacerlo.

 

 

 

Sobre "Hebras" de Mercedes Vendramini

Marcela Rosales:
¿Cuánto tiempo toma deshojar un pájaro? ¿Treinta días, treinta meses, tantos años? ¿Toda una vida? ¿Todas las vidas? ¿Todas las infinitas vidas?
AQUÍ/ALLÁ (2005)
Hay dos infinitos posibles, dos finitos infinitos: aquí el misterio de la luz, allá la inhóspita oscuridad. En lo alto el fulgor del amarillo, en lo bajo, la penumbra coagulada y más hondo aún, el continente helado bajo los pies. En el borde las cenizas, su ceguera y su olor persistente rondando. En la frontera, el resto. Bajo la mirada hueca de pájaros desnudos y de perdices que cuelgan desangrándose, la pasajera carmesí recorre paso a paso la columna vertebral de la tarde, desanda el laberinto preparado. La noche es extensa como la vida misma. El hielo cruje bajo la casta luz de la medianoche que enmascara a la oscura. Se lleva a cabo el rito. Ella no sabe cómo retener el tejido que se deshace entre los dedos. Cabalga en caballos de bruma entre los hilos que mueven el tiempo. Juega, llueve, juega a llover, a morder flores para que las palabras se tornen visibles. Palabras que enhebran y desenhebran infinitos, cómo fue lo vivido, cómo fue lo no-vivido. El ala que fuimos y el cuerpo horadado de minúsculos abismos. Un pie junto al otro, las manos inútilmente apretadas, la oscura escucha detrás de las puertas lo que los gritos ya saben: desde lo inhóspito no es necesario volver.

MÍNIMOS SOLES (1999)
Hay que vestir la paciencia de la espiga, recuperar el susurro de la paz. Tal vez en uno de los infinitos finitos haya espacio para una cosmogonía austera y compasiva de soles mínimos. Hay que optar por una de las posibilidades, elegir los nombres, separar las voces, descifrar los sueños, desprender los vuelos y vivir del resto. Hay un absurdo límite tanto para el amor como para lo posible. Estamos condenados a una sola dimensión de la vida. ¿Pero lo estamos? ¿Realmente hay que elegir una de las infinitas vidas posibles y desechar las demás? ¿Cómo deshojar a un pájaro dormido que ha querido ser vuelo sin tener alas? Cuando el frío de mayo prende, mejor anticiparse al silencio y borrar las señales imperceptibles que deja la muerte. Los soles lucen el fulgor de los rosales bajo la llovizna. Para Junio, aves y sueños habrán emigrado a otra orilla del tiempo. No quedará más remedio que transitar las escarchas de Julio sobre la orfandad de las cornisas para beber en el otro extremo, las naranjas amargas de Agosto. Luego vendrá un septiembre de aliento rosado y las palabras regresarán a la voz para buscar un nombre entre los despojos. Finalmente, la laguna violácea sobre el cemento: Octubre. Las constelaciones arden a las tres de la tarde. Desde el sur avanza el nido de abismos. Todo anuncia la tempestad y las manos no bastan.

CANTOS DE HOSPICIO (2003)
Pero era de ayer el agua bebida, llevaba dentro el ondular temible de las algas de enero. Los pies le sangraban, despertó llorando, sabía que era jueves. De todos modos mordió la ciruela ácida de la mañana y se sentó a esperarle en el columpio del patio del hospicio hasta que comenzó a atardecerle por la boca. Bastó el infierno de una sola tarde para que ardieran las azules floraciones, para caminar vestida de verano anticipando el frío entre las alas de los pájaros. Pero antes, antes el viento diciendo que no en las ramas, reiterando que no en el centro del aire, alzando la mano contra el pájaro que habrá que deshojar. Y de nuevo el ritual, doméstico como la muerte, desprendiendo nombres: madre, mujer, marea. Una hebra de sangre girando sobre sí misma buscando trascenderse, inventando el idioma transparente donde la voz se calma. Todo se nos escapa…hasta nosotros mismos. El infinito acosa y las preguntas crecen en el límite. Pero la oscura sabe lo que las magnolias no: nada blanco perdura. De la irisada piel de los muertos, brota la luz del día.

FINES DE OCTUBRE (2009)
En la ventana se enciende la claridad conocida. Es hora de borrar la sombra adormecida sobre el esternón. El sitio será precario: un abril extrañamente cálido donde acopiar fuerzas y semillas. El invierno ya no es breve, podría durar el resto de la vida. Habrá que mantener los refugios hasta fines de Octubre. Habitar la vigilia el tiempo necesario para ser cómplice del germen. Recuperar la risa, el aire de otro enero, salvar la boca, frutal como las bayas del cerco. Proteger en silencio el estruendo de alas que guarda las futuras palabras, hasta que la flecha atraviese los olivos. Más tarde, las constelaciones señalarán la noche eterna: primero de diciembre. Será el tiempo del asombro y la risa. Carne de sol, aire de bienvenida, fragante sueño en los bordes del alma. Pero nunca alcanza con querer ser nido. Después del canto y la breve aurora, el desembarcadero oscuro. Hay que saber regresar del lugar vacío donde volaron los pájaros. Y sin embargo, una semilla ha germinado en la sangre. La casa es un laberinto trazado por hilos de caramelo. Ella juega en su burbuja paraíso. Hebra de luz que como todos, padecerá algún día el agua y la sed.
HEBRAS (2012)
I.
En algún lugar otro, en algún tiempo otro, hubo un eclipse de cenizas del que apenas se tiene hoy memoria. Bajo el sol enrarecido la vida pareció detenerse por un instante que duró una eternidad. Fue allí, sin embargo, en ese instante, cuando comenzó a gestarse una cosmogonía de soles mínimos, donde las posibilidades de ser se multiplicarían al infinito. Así quisiera interpretar, o mejor dicho, así quisiera imaginar yo el nacimiento de esta poética que hebra a hebra, verso a verso, poema a poema, libro a libro, ha ido entretejiendo Mercedes Vendramini.
Cuando comencé a leer éste su último libro, el que hoy nos comparte, Hebras, casi simultáneamente vinieron a mi memoria dos poetas, Césare Pavese y Paul Celan. Sin duda estas referencias se me impusieron, sin pretenderlo, porque son dos voces que de diversas maneras siempre están influyendo en mi propia escritura. Pero lo cierto es que pensé en Pavese porque coincido con él en que la creación poética rehace el ritmo interior de una fantasía propia. Me seduce la idea de un ritmo subyacente al texto, como un cauce secreto en lo profundo de la sierra, que requiere un cierto silencio consentido y una predisposición amorosa a la escucha. Por eso desde la página inicial me movilizó la inquietud por descubrir cómo sería esta fantasía cuya materia y forma se nos prefiguraba de hebras, y qué universo de seres, sensaciones, afectos, paisajes y cosas se construía a partir de ellas. Me pregunté de qué modo estaría presente en el libro de Mercedes el empeño mito-lógico que, según Pavese, caracteriza al quehacer poético.
Me atrae esa definición por lo que sugiere la palabra “mitológico”, por el doble sentido que conjuga, por un lado, el mito – construcción imaginaria que procura dotar de sentido a lo real, a aquello que inevitablemente siempre escapará al decir humano –, y por otro lado, el logos, el lenguaje – ya que a esta fuga inevitable de lo real, el empecinamiento del poeta no deja de inventarle ropajes fantásticos. Cada verso, cada signo no simplemente fragua un nuevo sentido, sino infinitos sentidos.
Y es allí precisamente donde intuí que se sitúa la escritura de Mercedes Vendramini, no sólo porque a medida que avanzaba en la lectura la palabra “hebras” iba adquiriendo en cada poema nuevos significados, mientras crecía en referencias y connotaciones, sino porque se dejaba entrever como el filamento abisal de un universo en expansión constante, cuyo origen parecía preceder al libro. En ese momento fue cuando la asociación del título, con aquel otro libro fundamental de Paul Celan, Hebras de sol, arrojó sobre mi mirada un cálido hilo de luz del que ya no me fue posible sustraerme. Miré hacia atrás, es decir, hacia los libros anteriores de Mercedes y su cosmogonía austera de soles mínimos me devoró por completo.
Las hebras de luz y oscuridad, el aquí y el allá, la vida y la muerte, las letras negras que unen pasado y presente, el hilo de Ariadna con que la poeta ata y desata los infinitos mundos, finitos cada uno en su singularidad, quisieron revelarse ante mis ojos como clave de lectura, en tanto surcos a través de los cuales la palpitación de un corazón repartido en múltiples celdas, irriga de vida los versos desde el primer libro publicado, Eclipse de Cenizas, hasta el actual, Hebras. Desde este ángulo, tal vez se podría pensar que la formación académica en Física que posee Mercedes imprime una huella decisiva en su poética.
A mí sin embargo, me gustaría creer que, por el contrario, la mirada poética que la constituye y la hace ser esa persona profundamente sensible que es Mercedes Vendramini, se manifestó primariamente a través de un natural interés por la física. Pues, si como creía Antonin Artaud, poesía es hacer un cuerpo: ¿por qué no hacer un mundo, o mejor aún, infinitos mundos donde el latido - o ritmo interior de la fantasía –  se encontrara dado por la cronometría del frío colándose entre las alas de un pájaro. Por eso comencé preguntándome, ¿cuánto tiempo toma deshojar un pájaro?
II
Pues bien, para medir el tiempo en el viento, hay que retomar las hebras, es decir, las sendas, el paso, la memoria. Porque la memoria puede desenhebrarse y las señales pueden perderse cuando el viento que dice “no” se empeña en borrar las huellas. Será preciso entonces recordar que existió una muralla y un salto, que siempre habrá una muralla, pero también un salto, y que se puede hacer pie en el abrazo para tomar impulso, pues los componentes últimos del tejido matriz del universo que crea nuestra poeta son filamentos de luz que forman una cadena indestructible, la del amor.
Y sin embargo, hay palabras oscuras – nos advierte con los ojos agudos – porque en el borde mismo de todo está siempre la sombra. La línea que llamamos horizonte está al alcance de la mano. Ella simboliza la posibilidad de la imposibilidad final de todas las posibilidades: esto es, la muerte. Por eso mismo hay que recuperar las hebras de luz, los pequeños rastros que sugieren que la eternidad es un haz infinito de trayectos posibles.
El quehacer poético que se revela en Hebras, el libro, se asemeja a la labor nocturna de Penélope labrando la eternidad en una mortaja, que teje durante el día y desteje al amparo de las sombras. Y son las sombras dice Mercedes, lo que hay que deshojar. Hay que destejer la tontería, el tedio, la tristeza, la muerte finalmente, hasta dar con las entrañas del ángel para leer en ellas el futuro. Y es preciso hacerlo contra todo augurio porque cuando no se desenhebra la oscuridad, la tristeza queda estancada, muda y el corazón de-lata.
 Las palabras sin embargo, pueden ser engañosas, saben esconder sus bordes negros y al hacerlo ocultan su propia función de escondite, encubren que pueden servir de murallas. El día a día, la oscura melaza de lo cotidiano obtura las gargantas, lo que pugna por ser dicho. Y sin embargo, resistiendo a toda requisa de la carne, en la sangre gravita una semilla ínfima que mantiene viva la duda, la probabilidad de la luz. Poder ser algo distinto a lo planeado, dejar ser al deseo, al anhelo, a la fábula, a lo inconsciente. O al menos, proyectar una sombra, una cavidad en el aire, una sospecha en los otros. Resistir hasta el final y contra todo pronóstico a la imposibilidad.
Pero ¿cómo desmembrar la sombra? ¿Qué puede significar “saltar la muralla”? Un poema de Hebras en particular nos susurra el secreto. Dice:
Fuiste el último animal
De mi arca
Gata negra
Leve
Gata triste
Lenta
Fue desprendiéndose de vos
La sombra
Tardó un tiempo
El que toma deshojar un pájaro.
Como en la historia bíblica del Arca, a pesar del hecho muerte, habrá siempre una inmortalidad posible: la de la vida que retorna transformada en otra vida. Pero a veces para que una nueva vida nazca hay que gritar hacia adentro, como escribe Mercedes, para despertar a la desconocida que se mantiene distante, detrás del borde de las palabras. Esa otra, “posible” existente, es la que late, la que vibra, la que se eleva por encima de la que se puede ver, y finalmente la que sobrevive a la real. Sin embargo, la Mujer-ángel, cautiva, con sus alas replegadas tras las piedras, apenas sobrevive. Será necesario entonces, abrir las manos, soltar el hilo negro, dejarse caer para mirar y finalmente, palpar un cuerpo pues sólo de esa manera podemos leer los abismos. 
Tallar el cuerpo propio entonces, trabajar la hebra en la madera que somos, seguir la dirección de la fibra vegetal que puede ser labrada sin quebrarse para renacer otra, distinta, y no ya, distante. No será fácil sin duda, esto supone atravesar las crucifixiones diarias y sangrar las heridas.
Mercedes escribe:
Ser la otra
de luz
dueña de un pájaro
que regresa
desde el asombro.
Revelación hallada finalmente en las entrañas de la mujer-ángel: encarnar el pájaro deshojado. La vida que retorna transformada. La historia de los hombres, por siempre, perseguidor y presa. Gata negra que guardaba dentro de sí la levedad del ave. Transmutación que nace del deseo. Un deseo de frutos y lunas rojas. Hay que zarpar hacia la tierra de las sombras mínimas donde se puede anidar, es decir, navegar hacia la luz para cuidarnos a nosotros mismos.
Al desenhebrar la oscuridad, al separar las hebras, cada una llevará un hilo de luz, complicidad entre la gravedad y la gracia que siempre disputan los cuerpos. Y en la frontera entre ambas, en ese delgado filamento, el milagro: el sueño, que ignora el tiempo, se impondrá sobre la realidad. En él se revela “lo real”: el paraíso anhelado, de lo nuevo que nacerá del círculo antiguo, más allá de lo cotidiano y su ruido. Un sueño de auroras estremecidas bajo las cuales brotan los tallos del cielo. Leo:
Entre el fervor
los clavos
las alas
los ruegos
el alivio
su espesura

estaban
los tallos del cielo.
Fisura por donde se cuela la vida, los tallos que nombra Mercedes evocan en mi memoria aquellos otros de la invocación de Celan, por donde se infiltra la muerte: “De corazones y cerebros, brotan los tallos de la noche y una palabra dicha por guadañas los inclina a la vida.  Mudos como ellos soplamos contra el mundo nuestras miradas trocadas. Ni sonido ni luz resbala entre nosotros, que lo diga. Oh tallos, vosotros, tallos de la noche.” (O Halme, ihr Halme. Ihr Halme der Nacht).
III
Por oposición a ese idioma nacido de la colisión de imagen y palabra provocada por la hecatombe humana de mediados del siglo XX (la Segunda Guerra Mundial) la metáfora de una cosmogonía austera y compasiva, que la propia autora nos proporciona, quizás sea la mejor forma de caracterizar el decir poético de Mercedes Vendramini: palabras despojadas, adjetivación temperada y versos deshojados hasta mostrar la transparencia de sus escamas. De allí la impresión de estar leyendo un idioma primordial, originario – incluso respecto al de sus anteriores libros –, por estar situado en el cono de sombras donde nace la vida misma. Lengua que nombra por vez primera abriéndose paso a través de un espeso silencio inmemorial. Lenguaje que no teme a la violencia fundacional de los sueños. Palabras sanas, santas - como las nombra Mercedes –, fosforescencias que preservan el cauce bajo el reborde de oscuridad.
Es un “trabajo arduo” – no apto para dioses – construir cosmogonías austeras, y sobre todo compasivas, de soles mínimos a partir de hebras de sueños. Es la labor de los hombres hacer otro y luego otro, y luego otro dibujo siempre incompleto de la eternidad, y así indefinidamente. Mientras el ser que hoy nos toca se desgrana y el tiempo singular se seca, se parte y se disemina en ínfimas partículas. Soñar desde la indigencia de nuestra mente; mientras nuestro cuerpo - nota extendida hacia el silencio -  se desliza hacia la última fisura. Y unir esa nota con otra y otra y otra más, sabiendo que:
Al final                                                                             
escribías solo para que te leyéramos
para que te lea hoy
y sepa
cómo fueron esas últimas tardes
el cielo   los árboles
el pájaro final
la línea de clausura
sobre
tu
ráfaga
en
el
tiempo.
Es cierto las fisuras del cielo no se pueden reparar, pero son las que hacen posible la poesía, es decir, la huida desmesurada hacia otros mundos posibles, hacia universos paralelos donde, de todos modos, acaso se lloren las mismas lágrimas.  
 
 
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viernes, 25 de mayo de 2012

Las lenguas del sol - Patricia Gola -

Como quien engarza piedras
en un collar imaginario
como quien engarza piedras
en el corazón del tiempo
como quien horada el instante
y lo vuelve polvo
como quien pisa el polvo
y lo vuelve tiempo
como quien moja el hilo
con la punta de la lengua
ata la lengua con la punta de la lanza
como quien  pasa las piedras una a una
como quien soñando
se sueña piedra
y la decanta
torre
y la derrumba
como quien engarzando piedras
va formando el collar.

___________

Como quien concluida la tarea
vuelve a la piedra
y se agazapa en su vientre
vuelve a lo oscuro
se derrama.

__________

Patricia Gola - (Santa fe, Argentina 1959)
"Las lenguas del sol" - Alción editora - Córdoba 2010.-

sábado, 28 de abril de 2012

Batallas

Antes del alba
el canto de la torcaza
cruza
la extensión ocre del silencio

aire frío abre el día
en esta morada desconocida

dónde he dormido tantos años
qué sueño me trajo
hasta este otoño

donde
despierto y grito

hacia adentro
                       hacia adentro.

__________

Alas    alas

bullicio de alas entre las piedras

piedras   piedras

estallido de piedras entre las alas

piedras   piedras

silencio

alas   alas.

__________

M.M.Vendramini.-

martes, 24 de abril de 2012

Chantal Maillard (Bélgica 1951)


Poema Escribir (fragmento) de Chantal Maillard
(Extenso, más vale la pena leerlo ... )

escribir
para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir
para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

aunque en el alma no
en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos

escribir
como condescendencia y como rebeldía
sin elección
sin pausa
porque se va la luz, las fuerzas
se le acaban
y el ser se va de vuelo
en las garras de un ave
carroñera

escribir
para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra



escribir para curar
escribir para guarecerse
escribir como si cerrase los ojos
para no cerrarlos
para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva
AÚN
para aplazar la angustia
como simulación
para guiar la mente y que no se desboque
para controlar lo controlable

escribir
como quien deja la luz encendida
y duerme de pie sobre sí mismo
para saldar las cuentas con el miedo

escribir
para reorganizar

escribir
sin hacer concesiones

escribir
como quien des-espera
para cauterizar
para tomarle las medidas al miedo
para conjurar
para morder de nuevo el anzuelo de la vida
para no claudicar

escribir
para apuntar al blanco

escribir
con palabras pequeñas
palabras cotidianas
palabras muy concretas
palabrasojo
palabras animales
palabrasbocadegato
ásperas por dentro y por fuera
suaves como “tal vez”
palabraslatigazo
como “demasiado” y “tarde”

escribir
para no mentir
para dejar de mentir
con palabras abstractas
para poder decir tan sólo lo que cuenta

decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme
en este aquí hecho de extraña
duración en lo mismo
repitiéndome
la carne dolorida
los huesos lastimados
los nervios, la piel
tirante, amoratada
el pelo encanecido
el grito sólo postergado
y hoy a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada

muere un niño
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada
y algo se me atraganta
tal vez un alarido
largo como las once horas de esta noche
o tal vez la conciencia
que duerme encendida
como una lumbre la conciencia
de todos los que mueren
como una fogata
un espantoso incendio
que prende en las ventanas
de la ciudad y en el mar no se apaga
una conciencia absurda
una antorchahorizonte
la conciencia de todos los que saben
que se están acabando
en sus huesos de antorcha
hoy, mañana, siempre

escribir
todas las muertes son mi muerte
mi grito es el de todos
y no hay consentimiento
escribir

¿para consentir?
¡escribir para rebelarse!
no hay lugar para plegarias
no hay lugar para el sosiego
el ajuste de las almas
se hace en rebeldía

Estamos solas
y nos pertenecemos.
En nosotras está el poder
Somos un pueblo de almas
en rebeldía
¡Despertad!
Lo que escribo aquí
se traza en el aire
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío

escribir
para des-esperar
por todos los que están
por todos
los que fueron
los desaparecidos
escribir para cuidar
sus des

apariciones
para alimentarlas
para que no se enturbien
no tan pronto
no tan siempre
pronto



escribir


¿y no hacer literatura?

¡y qué mas da!:

hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.
Escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.


__________

Chantal Maillard.-

domingo, 15 de abril de 2012

Hugo Gola - Poemas

Tres poemas de Hugo Gola: "desde esa orilla turbulenta"






NUNCA
---nunca
el sueño
----descubre
quién teje
-----en la sombra
--quién mezcla
-----rostros
-----rastros
----los dispersa
---quién pone
-----los pies
--sobre los campos
-----lisos
----quién?
Piedras
---pastos
--pálidos soles
---flores arrasadas
por el viento
------pájaros ciegos
llegan
------de dónde?
Padre mío
-------tan callado
----------qué dices
-----------------que no te oigo
desde esa orilla
----turbulenta?








EL POEMA que viene
---------sin buscarlo
va tan lejos como
-------puede
el poema que salta
de la ranura instantánea
a la palabra
sólo persiste
si hay un rostro
si una luz semejante
cobija la voz
no importa dónde


Entonces cruza el frío
la noche
cruza el desierto
avanza
besa silente
la raíz oculta
y allí
construye para siempre
su morada






UN TRAZO
-un trozo
--un tono
----un toque
un punto
----que vibra
-una línea
-que vuelta
--una mancha
de sombra
---un círculo
----puro
aquí
----o en el
------cielo
----quizá sean
----el augurio
-----la clave
----el indicio
--------secreto
----para la
------vida
-----o para
esta tarde


Tomado del blog: POÉTICA EN DïASPORA - de Arturo Borra.-

sábado, 14 de abril de 2012

Enviado por Rubén



Aquí está Rubén! Gracias!