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arrib.

sábado, 30 de abril de 2011

Anaïs Nin - (Paris 1903 - 1977) - La casa del incesto.-


(fragmentos)

La mañana en que emprendí este libro comencé a toser..

Algo me salía de la garganta, algo que me asfixiaba. Rompí la membrana y lo arranqué.
Volví a acostarme y dije: acabo de expulsar mi cortazón.

Es un instrumento hecho de osamenta humana. Lo llaman quena.
Debe su origen al culto que un indio dedicaba a su amante.
Cuando ella murió él hizo una flauta con sus huesos. La quena posee un sonido
más penetrante y más cargado de inquietud que la flauta común.
Quienes escriben conocen el proceso. En esta flauta pensaba cuando expulsé mi corazón.
Sólo yo no espero que mi amor muera.


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No recuerdo haber tenido frío ni calor. Ninguna frialdad, ninguna quemazón. Sueño climatizado,
sin fiebre, sin estremecimientos. No recuerdo haber tenido hambre. El alimento se incorporaba por poros invisibles. No recuerdo haber llorado.


Sólo sentía la caricia del movimiento - movimiento en el cuerpo de otra - absorbida, sumergida en la carne de otra, mecida por el ritmo del agua, la lenta palpitación de los sentidos, el zumbido de la seda.


Amor sin conciencia, movimiento sin esfuerzo en el curso suave del agua y del deseo, aliento en el éxtasis de la disolución.


Me desperté al alba, arqueada sobre una roca, esqueleto de un barco ahogado por sus propias velas.


La noche me cercó, fotografía despegada de su marco. Parte del forro del saco se rasgó como las conchas de una ostra. Separados, el día y la noche y yo caía en su hendidura sin saber en qué lecho reposaba, si en la hoja más alta del alba, la gris, la fría, o sobre la cama sombría de la noche.


Una voz había atravesado los siglos, tan pesada que lo que tocaba lo quebraba, y de un peso tal que temía que vibrara
en mí con eterna resonancia; una de esas voces roncas, ultrajantes, semejantes a los gritos herrumbrados que surge en el último paroxismo del orgasmo.

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Anaïs Nin - "La casa del Incesto" - Editorial Alción - 2002

sábado, 23 de abril de 2011

Bote nergro - Paulina Vinderman - Argentina 1944 -

Éste es un otoño de traición.
No me refiero al fresno desnudo
ni a la ausencia de poemas ni a tu muerte.


En el cielo brumoso, al anochecer,
la primera estrella casi no brilla, enmudece
como mi boca.


Una declinación.


Todavía se asoma alguna palabra para saludar,
para que haya verdad sin tristeza, para que la perplejidad
sea algo más que una amistad rota o un olvido clavado
en mi cortina, para la simple nocturna loca tarea de vivir
más allá de la razón.


Melodramática colina, en un pasillo que dobla
la página del rencor.


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Dibujé una ausencia roja en mi cuaderno.
Tenía forma de flor, inventada por la imaginación
resuelta y tenaz que una vez tuve.


Dejoó caer sus pétalos como  monedas
ensangrentadas al correr del día.


Un cómplice del viento que nos habla de eternidad
y ruge por sobre las fronteras que el hombre crea
(puertas arrancadas, formas maltrechas).


No es el tiempo el que pesa sobre  mí, es
el humo que el tiempo suelta.
una neblina sin sueños, un ciprés - el mío -
hacia el cielo blanco.


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Detrás de mi soledad estaba el jardín.
Por eso no lo ví; porque ella - la soledad -
lo tapaba todo.


Una cigüeña se posaba sobre el tejado
que mi imaginación construía para mi relato,
y sus largas patas eran casi palpables en el
asedio del pleno día, tan silencioso como como la pizarra
del techo bajo sus palmas rojas.


Y ése fue todo mi hogar: una estampa más real
que mi cielo de invierno, enamorado para siempre
de los muros que pintaba año tra año.


País de eternidad, de acertijos, de defensas fatigadas.

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Paulina Vinderman - Argentina, Buenos Aires  1944 -
"Bote negro" - Alción Editora , Córdoba 2010 -

domingo, 17 de abril de 2011

La fragilidad de las palabras

Hasta cuando debo sostener tus lamentos
tus ojos y tu lengua
tu llagas negras.


No ves el viento.


dice que no en las ramas
en el pájaro
en el centro del aire
en la tensa densidad del tiempo.


Hasta cuándo
mujer que ya has partido.

 No ves el viento


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Otra vez
las náuseas.


Levántate
sigue jugando.

Loque no ha sido dado
salda esta deuda.
La condena
fue anterior al delito.


Sé niña ahora.


Trepa los árboles del sueño
toma sus frutos
desviste a la intemperie
lo que no fue refugio.


Para cada forma de la vida
tienes las mácaras.


Desea          
          
            arrebata
       
                            delinque   
             
Vomitar el espíritu
nada hay más doloroso.


Cuando no puedas más
recuerda.


Tiene los dados la muerte.


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Palabras oscuras 
entre las otras.


No sé si por amor
o por espanto.

No te vi
entre las fibras de mis cantos.

Ni en la enramada
frágil de abril.


Y el viento sigue
sobre mi letra.

Empeñada en borrar 
todas las huellas.

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M.M.Vendramini.-