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arrib.

domingo, 15 de agosto de 2010

La casa del incesto

(fragmento)

Ahora mirábamos todos a la bailarina que ocupaba el centro de la pieza y que bailaba la danza de la mujer sin brazos. Ella bailaba como si hubiera sido sorda e incapaz de seguir el ritmo de la música. Bailaba como si no tuviera oídos para el ruido de las castañuelas. Su danza ocurría en la soledad, distante de la música y de la sala y de la vida.


Bailaba, riéndo y suspirando y aspirando todo por ella misma. Ella bailaba sus terrores, deteniéndose en medio de cada danza para escuchar reproches que nosotros no podíamos escuchar, o para responder a un aplauso que no provenía de ningún público. Percibí una música a la que nosotros éramos sordos, pues estaba transportada por alucinaciones que se nos escapaban.


Me han sido arrebatados mis brazos, cantaba. Me castigaron por haberme retrasado. Me retrasé,. Apreté mis garras sobre todo lo que yo amaba; las cerré sobre los momentos más hermosos de mi vida; estreché entre mis manos la plenitud de cada instante. Tenía los brazos crispados en un perpetuo deseo de ser estrechada. Quería abrazar y retener la luz y el viento y el sol y la noche, el mundo todo entero.
Quería acariciar. Quería aliviar y acunar,  calmar, rodear, envolver. Y ponía tanta fuerza en estgrecharlos contra mí - los que yo amaba - que ellos se quebraron. Lejos de mí. Tanto es así que todo a mi alrededor evitaba mi contacto. Estaba con las manos vacías.


Temblorosa y agitada, ella estaba mirando sus brazos aún y para siempre tendidos frente a ella.


Ella miraba sus manos cerradas, cerradas sobre sí mismas, y lentamente las abrió, las abrió plenamente como Cristo; las abrió en un gesto de abandono y de ofrenda. Era el renunciamiento. Era el perdón. Abría sus brazos, abría sus m,anos, dejando a las cosas seguir su propio curso más allá de ella misma.


No podía soportar el derramamiento de las cosas.  Todo lo que fluye, todo lo que  huye, todo lo que se mueve me ahogaba y me cargaba la garganta.


Ella retomó su danza; bailó siguiendo la música y al ritmo circular de la tierra; dio vueltas como da vueltas la tierra, a la manera de un disco, exponienjdo todas sus faces, de vuelta en vuelta, a la luz  y a la sombra y avanzó con su baile hacia la claridad del día.

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Anaïs Nin - (Francia. 1903 - 1977 )
La casa del incesto - Alción Editora- Córdoba Argentina.

2 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Como fragmento es interesante. Sería de leer todo el libro. Gracias por compartir.

Besiños.

Mercedes Vendramini dijo...

Me alegra que te guste Aída. Sí. El libro es bello y muy interesante.
Cariños!