CORTEJO
Vestida y adornada para sus bodas
la Muerta va: dos niños
la conducen llorando.
Y es en el mismo carro de llevar las espigas
maduras en diciembre.
El cuerpo va tendido sobre lanas brillantes,
ejes y ruedas cantan
su antigua servidumbre.
Clavado en la pradera como una lanza de oro
fulgura el mediodía.
(Mi hermano va en un potro del color de la noche,
yo en una yegua blanca
sin herrar todavía.)
La Muerta va en el carro de los trigos maduros:
su cara vuelta al sol
tiene un brillo de níquel.
Se adivina la forma del silencio en sus labios,
una forma de llave.
Ha cerrado los ojos a la calma visible
del día y de su juego
de números cantores;
y se aferran las manos a la Cruz en un gesto
de invisible naufragio.
Y mientras el cortejo se adelanta entre flores
y linos que crecean
el idioma del viento,
la cabeza yacente, sacudida en el viaje,
traza el signo de ¡no!
Dos niños la conducen: en sus frentes nubladas
el enigma despunta.
¿Por qué la Muerta va con su traje de bodas?
¿por qué en el mismo carro
de llevar las espigas?
(Mi hermano va en un potro
del color de la noche,
yo en una yegua blanca
sin herrar todavía.)
Leopoldo Marechal
Argentina (1900- 1970)
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