Hay que partir,
levantemos estos pesados andamios
de la vida.
No llevaremos nada.
Ni el tortuoso recuerdo de los muertos,
ni el agotado reclamo de los vivos.
La tiera es una llaga.
Nada ahora.
Sólo este débil gemido de los sueños
y el desdentado clamor de la batalla.
Él sí nos seguirá, desnudo,
lobo desesperado,
engendro de los días que
devoraron sus propias alboradas.
Hay que partir.
Secos los ojos.
Liviana nuestra espalda.
El último árbol estalla sobre el bosque.
Un risueñor danza en el aire
sobre su canto muerto.
Óyeme por favor.
No vuelvas la mirada.
No será el día aún
No será el día aún.
Suena a metal la brusca claridad de la mañana.
Es sonido de guerra, no de calma.
La pesadilla permanece
sobre la piel,
sin esfuerzo alguno.
Hay que dudar,
frenar la loca carrera del corazón
a quien ya el miedo ha hecho víctima.
Demora la mano que quiere abrir la puerta al sol.
Los pasos saben.
Detrás del atontado perfume del jazmín,
la trampa entrecruza espadas
de escarcha y desesperanza.
M.M. Vendramini.
1 comentario:
Me encanta tu poesía. Preciosa.
Saludos cordiales,
Hasta pronto.
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